El pasado jueves 30 de octubre, alumnos
de bachillerato, tanto de primero cómo de segundo, de los centros Amor de Dios,
la Vaguada y la Milagrosa, tuvimos la oportunidad, gracias a la Biblioteca
Pública de Zamora, de disfrutar de un encuentro con el poeta y periodista Antonio
Lucas. Nacido en 1975, de origen madrileño, confiesa tener un vínculo afectivo
con Zamora. Nos cuenta que gracias a unos grandes amigos, vivos y muertos,
entre los que se cuenta el poeta Claudio Rodríguez descubrió los encantos de
nuestras calles y nuestras iglesias. Autor del poemario Los desengaños, con el qué ha ganado el premio Loewe. Los poemas
que se encuentran en él son reflejo de un desencanto social y amoroso. Lo
primero que nos sorprende de él es su vitalidad, su cercanía y su alegría. La
charla es amena, está plagada de bromas y de anécdotas que nos permiten conocer
mejor a este autor. A parte de conocer
el vínculo con Zamora, podemos saber que le gusta salir de noche por los bares
de Madrid, que fue amigo del poeta Claudio Rodríguez y otros tantos detalles
que descubriréis a lo largo de esta crónica.
“La poesía no tiene muchos lectores pero sí mucho prestigio.”
Con estas palabras abre
el encuentro literario, a lo largo del cual nos muestra lo que la poesía es para
él. Nos parece un auténtico apasionado de este arte, ya que parece quedarse
corto con todo lo que dice para describirla: una forma de expresarse, aquello
que le da fuerza ante las hostilidades, una forma de conocer la historia de un
hombre o de un pueblo… Se reconoce como un lector apasionado, cualidad
indispensable para ser un buen poeta, aunque confiesa que esto no siempre ha
sido así: no fue hasta que tuvo trece años, cuando un buen día decidió abrir ‘La destrucción o el amor’ de Vicente
Alexandre. En aquel instante le entró una gran fiebre lectora, aunque desde
pequeño había estado vinculado a la poesía, arte que consiguió normalizar en su
entorno a lo largo de su adolescencia y que venía de una infancia en la que su
padre leía, a su hermana y a él, todas las noches un poco de poesía. Para él
leer poesía le prepara para el mundo real y cotidiano, y escribir, le sirve
para expresarse.
Para él, los poemas se
sustentan en el recuerdo, y un buen lector de poesía debe saber captar su
pálpito. No cree que los poemas tengan que encerrar un gran mensaje o paradoja,
sino una pequeña historia en su interior. Los suyos surgen de su necesidad de
escribir algo y nacen de alguna carencia personal. Revela que a veces “se le
rebelan”, ya que no los estructura mentalmente. También afirma que leer o
escribir un poema te lleva al encuentro con cosas que tú desconoces que sabes.
“Ser joven es hacerse más viejo más despacio” — Querella, Los desengaños.
También nos habla sobre
su libro, Los desengaños, cuyos
poemas siguen dos líneas: por un lado, algunos muestran el desencanto de un
hombre frente al presente y su violencia emocional, sobre el desencanto social,
el intento de rebelarse escribiendo; por otro lado, el desencanto amoroso, escrito
a raíz de situaciones personales que ha tenido que vivir. Pese a esta temática
tan gris, no describe su libro como un libro triste, sino sobre uno que triza
el momento en que la vida de un hombre se vuelve gélida, y explica que lo
escribió desde el vitalismo.
Nos lee en voz alta
ocho de los poemas de su libro – ¡cuántas cosas sugiere un poema cuando se lee
bien! – Trata en ellos temáticas muy variadas: la noche, el periodismo, las
mujeres, la pareja, la reflexión, la juventud, la distancia, la sensación de
estar fuera de sitio… Todos están cargados de un gran mensaje crítico – es un
autor crítico hasta con la propia crítica existente en la actualidad española,
pese a que reconoce que esta se ha portado bien con él. – y de referencias a su
experiencia personal y sus formas de ver el mundo. Afirma que el mar es
fantástico, que hay que huir de los idiotas y que vivir la vida merece la pena.
“Hay que huir de los idiotas, te roban el tiempo, como en Twitter.”
Periodista de la
sección de cultura del diario “El Mundo”, no duda en hablarnos del mundo
periodístico, del que siempre quiso formar parte. Le gusta la forma de trabajar
en el periódico, con cierta libertad de horarios, pero al mismo tiempo con la
presión del tiempo y de las fechas. Reconoce que el periodista recibe mucha,
demasiada información, sobre la vida de la gente, y los poemas le sirven para
liberarse de esa gran carga. No le gusta, sin embargo, mezclar periodismo y
poesía: un poema periodístico sería frío, una mera estadística, mientras que un
artículo periodístico nunca podría ser poético. Sin embargo, para él los dos
mundos se alimentan, ya que el periodismo cultural debe ser, de todos modos,
literario.
Respecto al aspecto de
escritura, nos afirma que no empieza sus poemas con una estructuras sino que
los escribe por una pulsión y tras escribirlos los interpreta un montón de veces.
Aquí nos expone lo que una amigo suyo, Francisco Quines le dijo, “Antes que ser
una gran poeta hay que intentar ser un gran lector”. En cuanto a la inspiración nos cuenta que lo
realmente importante en la escritura es la fijeza ya que esta se alimenta de
las cosas que el escritor vive.
“Lo que te inspira y seduce es la vida”
Se toma en serio el
escribir sobre cultura, pues considera que esta, y más en concreto la crítica,
están muy relajadas en nuestro país, sobre el que es verdaderamente crítico y
realista. Se queja de que la crítica esté sometida a los intereses de las
grandes compañías, que quieren vender esto y lo otro, de la publicidad y de la
mediocridad de los suplementos literarios, aunque conserva la esperanza en que,
algún día, se produzcan mejoras. Pero
ahora, en este momento, la crítica esta, tal y cómo él nos cuenta, “epidémica”.
Este autor tan
particular y cercano no duda en responder a nuestras preguntas sobre la
inspiración, que encuentra en su propia vida y en el mundo; sobre la prosa, que
reconoce que disfruta leyendo pero sería incapaz de escribir al sentirse
limitado –de hecho intentó escribir cuentos pero no los llegó a terminar-;
sobre las redes sociales, para las que se reconoce torpe y analógico…
“Twitter es una casa de porteras, es una pérdida de tiempo.”
El encuentro ha sido,
sin lugar a dudas, una experiencia sensacional y enriquecedora, cultural y
entretenida, que, en mayor o menor medida, nos ha acercado al mundo de la
poesía y la cultura. Damos las gracias a nuestros profesores y a la Biblioteca
por ofrecernos esta oportunidad.
María L. y Carmen R. - ECOSENRED@DOS
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